CLICK CON LA MANITO EN LA IMAGEN PARA ACCEDER A LA BIBLIOTECA VIRTUAL

UNA PERSONALIDAD CONSTRUIDA SOBRE EL ROMPER DE LAS OLAS

UNA PERSONALIDAD CONSTRUIDA SOBRE EL ROMPER DE LAS OLAS
UNA PERSONALIDAD CONSTRUIDA SOBRE EL ROMPER DE LAS OLAS
El viento rozaba la superficie del mar, levantaba el espejo de agua y formaba olas en un espectáculo sin fin. Olas que todos los días se lanzaba, espumeantes y orgullosas, a las orillas de las playas.
Unos niños crecieron corriendo por la arena. Atrapaban las burbujas que se formaban al estallar las olas. Brillaban en las palmas de sus manos, pero en seguida se disolvían y se escurrían entre sus dedos, como si dijeran: "Yo pertenezco al mar". Mirando el mar, los niños decían para sus adentros: "También nosotros le pertenecemos".
Así era la vida de aquellos jóvenes. Sus abuelos habían sido pescadores, así como sus padres, y también ellos eran pescadores y morirían pescadores. Su historia ya estaba determinada. ¿ Y sus sueños? Olas y peces.
Soñaban con los cardúmenes. Sin embargo, los peces escaseaban. La vida era dura. Tirar de las pesadas redes en el mar era extenuante. Soportar las ráfagas de vientos fríos y las rebeldes olas toda la noche no era para cualquiera. Y, lo peor de todo, el resultado los frustraba. Cabizbajos, reconocían el fracaso. El mar tan inmenso se había tornado una fuente de decepciones.
Todos los días enfrentaban la misma rutina y los mismos obstáculos. Querían cambiar la vida. Pero les faltaba coraje. El miedo a lo desconocido los bloqueaba. Era mejor tener muy poco que correr el riesgo de no tener nada, pensaban.
Por la mente de esos jóvenes no pasaban inquietudes sobre los misterios de la vida. La falta de cultura y la batalla por la supervivencia no los estimulaba a grandes vuelos intelectuales. Para ellos, vivir era un fenómeno común, no una aventura indescifrable.
Parecía que nada iba a cambiar su destino, hasta que apareció en su camino el mayor vendedor de sueños de todos los tiempos.

UNA INVITACIÓN PERTURBADORA

UNA INVITACIÓN PERTURBADORA
UNA INVITACIÓN PERTURBADORA
Por aquellas comarcas, algo nuevo rompió la monotonía. Había un hombre que había vivido durante treinta años en el desierto. Lo que decía era extraño; sus gestos, raros. Por su modo de vivir, daba la impresión de estar trastornado. Estaba obsesionado la idea de que era el precursor del hombre más importante que jamás habría de pisar la Tierra.
Su nombre era Juan, apodado el Bautista. Lo mas extraño era que no había convivido con la persona a la que anunciaba, pese a que ocupaba su mente. Pronunciaba elocuentes discursos a las orillas de un río, describiendo a aquel hombre con la precisión de un cirujano.
Atraía a multitudes que se acercaban a ver el espectáculo de sus ideas. Tenía el coraje de decir que el hombre al que aguardaba era tan grande que él no era digno de desatarle las correas de las sandalias. La gente se quedaba perpleja ante esas palabras.
¿Cómo podía un rebelde que no respetaba las convenciones sociales, que no tenía pelos en la lengua, que no tenía miedo a decir lo que pensaba, elevar tan alto a alguien a quien no conocía? ¿Qué clase de hombre sería este al que Juan anunciaba con sus palabras?
Aquellos discursos dibujaban los cuadros más diversos en el anfiteatro de la mente de los oyentes. Algunos creían que el hombre anunciado aparecería como un rey, con pomposas vestiduras. Otros imaginaban que llegaría como un general, acompañado por una gran escolta. Otros pensaban que era una persona riquísima que llegaría en un elegante carruaje, con un séquito innumerables de servidores. Todos lo aguadaban con ansiedad.
A pesar de la diversidad de las fantasías, la mayoría estaba de acuerdo en que el encuentro con él sería solemne. Todos esperaban un discurso arrebatador. De repente, en el calor del atardecer, cuando los ojos confundían las imágenes en el horizonte, se acercó discretamente un hombre sencillo, de origen pobre. Nadie reparó en él.
Llevaba ropa gastada, sin ningún adorno. Tenía la piel deshidratada, seca y con surcos, consecuencia del trabajo duro y la larga exposición al sol. No lo acompañaba escolta alguna, ni poseía carruaje, ni servidores. Intentaba abrirse entre la multitud. Tocaba a las personas con suavidad, pedía permiso y poco a poco iba avanzando. A algunos no les gustó, otros se mostraron indiferentes ante su actitud.
De pronto, las miradas de ambos se cruzaron. Juan contempló al hombre de sus sueños. Quedó fascinado por la imagen. Lo que había imaginado la gente no coincidía con lo que tenían ante los ojos. Pero Juan veía lo que no veía nadie, y, para espanto de la multitud, exaltó sobremanera a aquel hombre sencillo.
La muchedumbre se sintió confundida y decepcionada. Ya que la imagen les había chocado, esperaban, al menos, que sus oídos se deleitaran con el más maravilloso discurso. Al fin y al cabo, el hambre y los problemas sociales eran enormes. Necesitaban aliento. Sin Embargo, el hombre de los sueños de Juan llegó en silencio y se marchó callado. El Sueño de la multitud se disipó como gotas de agua consumidas por el sol del Sahara. Desilusionada, la gente se dispersó, para volver a sumergirse en su tediosa rutina.
Alguno jóvenes había oído hablar de los sueños de Juan. Pero estaban demasiado ocupados con la propia subsistencia. Nada los motivaba, salvo el grito del cuerpo que suplicaba pan para saciar su instinto. El mar era su mundo. No había nada diferente en el aire. De repente, dos hermanos levantaron los ojos y vieron a una persona desconocida caminando por la playa. No le prestaron atención. Los pasos del hombre eran lentos y firmes. El peregrino se aproximo. Los pasos se detuvieron. Sus ojos se posaron en los jóvenes.
Incómodos, ellos se miraron de reojo. Entonces, el extraño rompió el silencio. Alzó la voz y les hizo la propuesta más absurda del mundo: "Seguidme, y os haré pescadores de hombres".
Jamás habían oído tales palabras, que alteraron sus paradigmas y secretos de sus almas. Encontraron eco en un lugar que los psiquiatras no consiguen escrutar. Penetraron en el espíritu humano y le hicieron cuestionarse el significado de la vida y el valor de la lucha.
Todos deberíamos, en algún momento de la existencia, cuestionar nuestra vida y analizar aquello por lo que luchamos. El que no logre hacerlo será siervo del sistema, vivirá para trabajar para cumplir obligaciones profesionales y sobrevivir a duras penas. Por último, sucumbirá en el vacío.
Los hermanos que oyeron esa invitación se llamaban Pedro y Andrés. La rutina del mar ya había ahogados sus sueños y su mundo abarcaba pocas leguas. Sin embargo, apareció apareció un vendedor de sueños, que encendió su espíritu. Con una sola frase los animó a trabajar por la humanidad, a enfrentar el océano imprevisible de la sociedad.
Jesucristo no había realizado ningún acto sobrenatural; sin embargo, su voz poseía el mayor de los magnetismos, porque vendía sueños. Vender sueños, es una expresión poética que habla de algo invendible. Él distribuía un bien que el dinero jamás podría comprar. El Maestro de Maestros supera los fundamentos de la psicología.

¿Quién se arriesgaría a seguirlo?

¿Quién se arriesgaría a seguirlo?
¿QUIÉN SE ARRIESGARÍA A SEGUIRLO?
Pensemos un poco. ¿Porqué seguir a ese hombre? ¿Cuáles eran las credenciales del que hacía esa propuesta? ¿Qué implicaciones sociales y emocionales tendría? El vendedor de sueños era un extraño para los hermanos. No tenía nada concreto para ofrecerles.
¿Aceptarías tú una oferta semejante? ¿Dejarías todo para entregar tu vida en pro de la humanidad? Jesús no prometió un camino sin escollos, noches sin tempestades, éxitos sin pérdidas. Pero prometió fuerza en la tierra del miedo, alegría en las lágrimas, afecto en la desesperación.
Seguirlo parecía una locura. Tendrían que explicar a parientes y amigos su actitud. Pero ¿Cómo explicar lo inexplicable? Pedro y Andrés se vieron atraídos por el vendedor de sueños, si bien no entendían las consecuencias de sus actos. Sólo sabían que cualquier barco, incluso el más grande, era pequeño para contener sus sueños.
Poco después, el Maestro de vida encontró a otros dos hermanos más jóvenes e inexpertos. Eran Santiago y Juan. Estaban a la orilla del mar, reparando sus redes. A su lado se encontraban su padre y otros pescadores empleados suyos. El Maestro se aproximó a los hermanos, los observó y les hizo la misma e inquietante invitación.
No los persuadió, no amenazó, ni presionó, sólo los invitó. Fueron cinco segundos que cambiaron sus vidas. Cinco segundos en los que abrieron las ventanas de la memoria que contenía años de anhelo de libertad y de un libertador de la nación oprimida.
Zebedeo, el padre, se quedó pasmado ante la actitud de sus hijos. Rodaban lágrimas por su rostro y había dudas en su alma. El poseía barcos, era un comerciante. Su esposa, una mujer de temple, quería que sus hijos fueran prósperos en el territorio de Galilea. Pero había llegado alguien y les ofreció el mundo, los convocó a trabajar en el corazón humano.
Convencerse de que aquel era el Mesías resultaba una tarea difícil. No podía ser alguien tan común y pobre, sin pompa ni comitiva. Los empleados, impresionados, se quedaron sin aliento. El padre, al ver la actitud de sus hijos y observar sus ojos, que brillaban como perlas en busca de los más excelsos sueños, los bendijo. Tal vez pensó: "Los jóvenes son rápidos para decidir y rápidos para cambiar de ideas; pronto volverán al mar"

LA VIDA ES UN CONTRATO DE RIESGO

LA VIDA ES UN CONTRATO DE RIESGO
LA VIDA ES UN CONTRATO DE RIESGO
Basta con estar vivo para correr riesgos. Riesgo de fracasar, de ser rechazado, de decepcionarse de sí mismo y de los demás, de ser incomprendido, ofendido, reprobado, de ponerse enfermo. No debemos correr riesgo de manera irresponsable, pero tampoco debemos temer adentrarnos en terrenos desconocidos, respirar aires nunca antes aspirados.
Vivir es una gran aventura. El que permanezca encerrado en un capullo por miedo a los accidentes de la vida, no solo no los eliminará, sino que vivirá siempre frustrado. El que carezca de audacia y disciplina podrá alimentar grandes, pero permanecerán enterrados bajo su timidez y en las ruinas de sus preocupaciones. Estará siempre en desventaja competitiva.
Los jóvenes galileos fueron valientes al responder a la invitación de Jesucristo. Tenían muchos defectos en su personalidad, pero empezaron a ver el mundo de otra manera. Abrieron el abanico de la inteligencia. No sabían donde dormirían no que comerían, sólo sabían que el vendedor de sueños quería cambiar el pensamiento del mundo. Ignoraba cómo llevaría a cabo su proyecto, pero no querían estar lejos de este sueño.
Sin embargo, ¿Quién fue más mas audaz: los discípulos al seguir a Jesús, o Jesús al escogerlos? El material humano es vital para el éxito de un proyecto. Una empresa puede poseer máquinas, tecnología, computadoras, pero si no cuenta con personas creativas, inteligentes, motivadas, que sepan prevenir errores, trabajar en equipo y pensar a largo plazo, puede sucumbir. Veamos el material humano que eligió el vendedor de sueños, y cuáles fueron los riesgos que corrió. Haré una breve síntesis de las características de la personalidad de algunos discípulos.

EL EQUIPO ELEGIDO POR EL MAESTRO DE MAESTROS

EL EQUIPO ELEGIDO POR EL MAESTRO DE MAESTROS
EL EQUIPO ELEGIDO POR EL MAESTRO DE MAESTROS
Mateo tenía pésima reputación. Era un publicano recaudador de impuestos, y en esa época, los recaudadores eran famosos por su corrupción. Los judíos los odiaban porque estaban al servicio del Imperio Romano, que los explotaba. Mateo era una persona sociable, le gustaba las fiestas y probablemente usaba dinero público para organizarlas.
Tomás padecía la paranoia de la inseguridad. Sólo creía en aquello que podía tocar. Era rápido para pensar y rápido para desconfiar. Se conducía según la lógica, carecía de sensibilidad e imaginación. El mundo debía girar en torno a sus verdades, impresiones y creencias. Desconfiaba de todo y de todos.
Pedro era el más fuerte, decidido y sincero del grupo. Sin embargo, era inculto, analfabeto, intolerante, irritable, agresivo, inquieto, impaciente, indisciplinado, y no soportaba que lo contradijeran. No era emprendedor y, como muchos jóvenes, no planeaba el futuro; sólo vivía en función de los placeres del presente.
Sus defectos no terminaban ahí. Era hiperactivo e intensamente ansioso. Imponía sus ideas, en lugar de exponerlas. Elaboraba mal sus frustraciones. Repetía los mismos errores con frecuencia. Si viviera en estos tiempos, sería uno de esos alumnos que todo profesor quisiera ver en cualquier lugar menos en su aula. Sin embargo, fue uno de los elegidos. ¿Tú tendrías el coraje de elegirlo?
En el momento en el que apresaron a su Maestro, el clima era tenso e irracional. Había en el lugar una escolta de cerca de trescientos soldados. Impulsivo, Pedro le cortó la oreja a uno de los soldados; su reacción casi provocó una matanza. Todos los discípulos corrieron el riesgo de morir por su actitud irreflexiva.
Juan era el más joven, amable, servicial y altruista. No obstante, también era ambicioso, irritable, intolerante, intempestivo. No sabía ponerse en el lugar de los demás ni pensar antes de reaccionar. No sabía ponerse en el lugar de los demás ni pensar antes de reaccionar. No sabía proteger sus emociones, ni filtrar los estímulos estresantes. Anhelaba la mejor posición entre los discípulos. Creía que el reino de Jesús era político, y por eso, después de una reunión familiar, su madre le suplicó al Maestro, en el auge de su fama, que cuando estableciera su gobierno uno de sus hijos se sentara a su derecha y el otro a su izquierda. Los cargos inferiores los dejaba para los demás.

LOS DISCÍPULOS ANTE UN EQUIPO DE PSICÓLOGOS
Si un equipo de psicólogos especialistas en evaluación de la personalidad y desempeño intelectual analizara la personalidad del grupo elegido por el Maestro de Maestros, probablemente los desaprobarían a todos, salvo a Judas. Judas era el mejor preparado de los discípulos. Tenía las mejores características de personalidad, excepto una: no era una persona transparente. Nadie sabía lo que pasaba en su interior. Esta característica corroyó su personalidad como polilla. Lo llevó a ser infiel consigo mismo, a perder la capacidad de aprender. Tenía todo para brillar, pero se encerró en el calabozo de sus conflictos. Antes de traicionar a Jesús, se traicionó a sí mismo. Traicionó su conciencia, su amor a la vida, su deleite por la existencia. Se aisló, se volvió autopunitivo.
Judas Iscariote era moderado, comedido, discreto, equilibrado y sensato. No hay elementos que indiquen que se trataba de una persona tensa, ansiosa o inquieta. Nunca mostró una actitud agresiva o irreflexiva. Jamás fue reprendido por su maestro. Sabía de contabilidad, y por eso se encargaba del dinero del grupo. Era un zelota; pertenecía a un grupo social de refinada cultura. Probablemente era el más elocuente y más cultivado de los discípulos. Demostraba preocupación por las causas sociales, y obraba en forma silenciosa.
La personalidad de Juan presentaba paradojas. Era simple y explosiva, amable y fluctuante. Jesús los llamó, a él y a su hermano Santiago, "hijos del trueno". Cuando se los enfrentaba, reaccionaban con agresividad. A pesar de haber oído incansablemente el discurso de Jesucristo acerca de ofrecer la otra mejilla, amar a los enemigos, perdonar tantas veces como fuera necesario, Juan tuvo la osadía de pedir al propio Jesús que destruyese con fuego a quienes no los seguían.
El mayor vendedor de sueños de todos los tiempos, contrariando la lógica, eligió un grupo de jóvenes que no se hallaban en absoluto preparados para la vida ni para ejecutar un gran proyecto. Los discípulos corrieron riesgos al seguirlo, pero él corrió riesgos incomparablemente mayores al alegirlos.
Disponía de poco más de tres años para enseñarles. Un lapso de tiempo brevísimo para transformarlos en el mayor grupo de pensadores y emprendedores de esta tierra. Ansiaba infundir sabiduría en esas personalidades rudas y complicadas, y hacerles capaces de incendiar el mundo con sus ideas, y cambiar así para siempre la historia de la humanidad.
La elección de Jesús no se basó en lo que aquellos jóvenes poseían, sino en lo que él era. La confianza en sí mismo y la osadía de Jesús no tienen precedentes. Él prefirió empezar de cero y trabajar con jóvenes sin preparación alguna, a hacerlo con fariseos saturados de vicios y prejuicios. Prefirió la piedra bruta a la piedra mal cincelada.

Transcripción de unos cuantos párrafos del libro "Nunca renuncies a tus sueño" de Augusto Cury

lunes, 12 de agosto de 2024

EL VENDEDOR DE SUEÑOS MÁS GRANDE DE LA HISTORIA. CLUB DE LECTURA EMPATÍA LAMASPAMPA

 UNA PERSONALIDAD CONSTRUIDA SOBRE EL ROMPER DE LAS OLAS 


El viento rozaba la superficie del mar, levantaba el espejo de agua y formaba olas en un espectáculo sin fin. Olas que todos los días se lanzaba, espumeantes y orgullosas, a las orillas de las playas. Unos niños crecieron corriendo por la arena. Atrapaban las burbujas que se formaban al estallar las olas. Brillaban en las palmas de sus manos, pero en seguida se disolvían y se escurrían entre sus dedos, como si dijeran: "Yo pertenezco al mar". Mirando el mar, los niños decían para sus adentros: "También nosotros le pertenecemos".

Así era la vida de aquellos jóvenes. Sus abuelos habían sido pescadores, así como sus padres, y también ellos eran pescadores y morirían pescadores. Su historia ya estaba determinada. ¿ Y sus sueños? Olas y peces.

Soñaban con los cardúmenes. Sin embargo, los peces escaseaban. La vida era dura. Tirar de las pesadas redes en el mar era extenuante. Soportar las ráfagas de vientos fríos y las rebeldes olas toda la noche no era para cualquiera. Y, lo peor de todo, el resultado los frustraba. Cabizbajos, reconocían el fracaso. El mar tan inmenso se había tornado una fuente de decepciones.

Todos los días enfrentaban la misma rutina y los mismos obstáculos. Querían cambiar la vida. Pero les faltaba coraje. El miedo a lo desconocido los bloqueaba. Era mejor tener muy poco que correr el riesgo de no tener nada, pensaban.

Por la mente de esos jóvenes no pasaban inquietudes sobre los misterios de la vida. La falta de cultura y la batalla por la supervivencia no los estimulaba a grandes vuelos intelectuales. Para ellos, vivir era un fenómeno común, no una aventura indescifrable.

Parecía que nada iba a cambiar su destino, hasta que apareció en su camino el mayor vendedor de sueños de todos los tiempos.


UNA INVITACIÓN PERTURBADORA


as, algo nuevo rompió la monotonía. Había un hombre que había vivido durante treinta años en el desierto. Lo que decía era extraño; sus gestos, raros. Por su modo de vivir, daba la impresión de estar trastornado. Estaba obsesionado la idea de que era el precursor del hombre más importante que jamás habría de pisar la Tierra.

Su nombre era Juan, apodado el Bautista. Lo mas extraño era que no había convivido con la persona a la que anunciaba, pese a que ocupaba su mente. Pronunciaba elocuentes discursos a las orillas de un río, describiendo a aquel hombre con la precisión de un cirujano.

Atraía a multitudes que se acercaban a ver el espectáculo de sus ideas. Tenía el coraje de decir que el hombre al que aguardaba era tan grande que él no era digno de desatarle las correas de las sandalias. La gente se quedaba perpleja ante esas palabras.

¿Cómo podía un rebelde que no respetaba las convenciones sociales, que no tenía pelos en la lengua, que no tenía miedo a decir lo que pensaba, elevar tan alto a alguien a quien no conocía? ¿Qué clase de hombre sería este al que Juan anunciaba con sus palabras?

Aquellos discursos dibujaban los cuadros más diversos en el anfiteatro de la mente de los oyentes. Algunos creían que el hombre anunciado aparecería como un rey, con pomposas vestiduras. Otros imaginaban que llegaría como un general, acompañado por una gran escolta. Otros pensaban que era una persona riquísima que llegaría en un elegante carruaje, con un séquito innumerables de servidores. Todos lo aguadaban con ansiedad.

A pesar de la diversidad de las fantasías, la mayoría estaba de acuerdo en que el encuentro con él sería solemne. Todos esperaban un discurso arrebatador. De repente, en el calor del atardecer, cuando los ojos confundían las imágenes en el horizonte, se acercó discretamente un hombre sencillo, de origen pobre. Nadie reparó en él.

Llevaba ropa gastada, sin ningún adorno. Tenía la piel deshidratada, seca y con surcos, consecuencia del trabajo duro y la larga exposición al sol. No lo acompañaba escolta alguna, ni poseía carruaje, ni servidores. Intentaba abrirse entre la multitud. Tocaba a las personas con suavidad, pedía permiso y poco a poco iba avanzando. A algunos no les gustó, otros se mostraron indiferentes ante su actitud.

De pronto, las miradas de ambos se cruzaron. Juan contempló al hombre de sus sueños. Quedó fascinado por la imagen. Lo que había imaginado la gente no coincidía con lo que tenían ante los ojos. Pero Juan veía lo que no veía nadie, y, para espanto de la multitud, exaltó sobremanera a aquel hombre sencillo.

La muchedumbre se sintió confundida y decepcionada. Ya que la imagen les había chocado, esperaban, al menos, que sus oídos se deleitaran con el más maravilloso discurso. Al fin y al cabo, el hambre y los problemas sociales eran enormes. Necesitaban aliento. Sin Embargo, el hombre de los sueños de Juan llegó en silencio y se marchó callado. El Sueño de la multitud se disipó como gotas de agua consumidas por el sol del Sahara. Desilusionada, la gente se dispersó, para volver a sumergirse en su tediosa rutina.

Alguno jóvenes había oído hablar de los sueños de Juan. Pero estaban demasiado ocupados con la propia subsistencia. Nada los motivaba, salvo el grito del cuerpo que suplicaba pan para saciar su instinto. El mar era su mundo. No había nada diferente en el aire. De repente, dos hermanos levantaron los ojos y vieron a una persona desconocida caminando por la playa. No le prestaron atención. Los pasos del hombre eran lentos y firmes. El peregrino se aproximo. Los pasos se detuvieron. Sus ojos se posaron en los jóvenes.

Incómodos, ellos se miraron de reojo. Entonces, el extraño rompió el silencio. Alzó la voz y les hizo la propuesta más absurda del mundo: "Seguidme, y os haré pescadores de hombres".

Jamás habían oído tales palabras, que alteraron sus paradigmas y secretos de sus almas. Encontraron eco en un lugar que los psiquiatras no consiguen escrutar. Penetraron en el espíritu humano y le hicieron cuestionarse el significado de la vida y el valor de la lucha.

Todos deberíamos, en algún momento de la existencia, cuestionar nuestra vida y analizar aquello por lo que luchamos. El que no logre hacerlo será siervo del sistema, vivirá para trabajar para cumplir obligaciones profesionales y sobrevivir a duras penas. Por último, sucumbirá en el vacío.

Los hermanos que oyeron esa invitación se llamaban Pedro y Andrés. La rutina del mar ya había ahogados sus sueños y su mundo abarcaba pocas leguas. Sin embargo, apareció apareció un vendedor de sueños, que encendió su espíritu. Con una sola frase los animó a trabajar por la humanidad, a enfrentar el océano imprevisible de la sociedad.

Jesucristo no había realizado ningún acto sobrenatural; sin embargo, su voz poseía el mayor de los magnetismos, porque vendía sueños. Vender sueños, es una expresión poética que habla de algo invendible. Él distribuía un bien que el dinero jamás podría comprar. El Maestro de Maestros supera los  fundamentos de la psicología.


¿QUIÉN SE ARRIESGARÍA A SEGUIRLO?

Pensemos un poco. ¿Porqué seguir a ese hombre? ¿Cuáles eran las credenciales del que hacía esa propuesta? ¿Qué implicaciones sociales y emocionales tendría? El vendedor de sueños era un extraño para los hermanos. No tenía nada concreto para ofrecerles.

¿Aceptarías tú una oferta semejante? ¿Dejarías todo para entregar tu vida en pro de la humanidad? Jesús no prometió un camino sin escollos, noches sin tempestades, éxitos sin pérdidas. Pero prometió fuerza en la tierra del miedo, alegría en las lágrimas, afecto en la desesperación.

Seguirlo parecía una locura. Tendrían que explicar a parientes y amigos su actitud. Pero ¿Cómo explicar lo inexplicable? Pedro y Andrés se vieron atraídos por el vendedor de sueños, si bien no entendían las consecuencias de sus actos. Sólo sabían que cualquier barco, incluso el más grande, era pequeño para contener sus sueños.

Poco después, el Maestro de vida encontró a otros dos hermanos más jóvenes e inexpertos. Eran Santiago y Juan. Estaban a la orilla del mar, reparando sus redes. A su lado se encontraban su padre y otros pescadores empleados suyos. El Maestro se aproximó a los hermanos, los observó y les hizo la misma e inquietante invitación.

No los persuadió, no amenazó, ni presionó, sólo los invitó. Fueron cinco segundos que cambiaron sus vidas. Cinco segundos en los que abrieron las ventanas de la memoria que contenía años de anhelo de libertad y de un libertador de la nación oprimida.

Zebedeo, el padre, se quedó pasmado ante la actitud de sus hijos. Rodaban lágrimas por su rostro y había dudas en su alma. El poseía barcos, era un comerciante. Su esposa, una mujer de temple, quería que sus hijos fueran prósperos en el territorio de Galilea. Pero había llegado alguien y les ofreció el mundo, los convocó a trabajar en el corazón humano.

Convencerse de que aquel era el Mesías resultaba una tarea difícil. No podía ser alguien tan común y pobre, sin pompa ni comitiva. Los empleados, impresionados, se quedaron sin aliento. El padre, al ver la actitud de sus hijos y observar sus ojos, que brillaban como perlas en busca de los más excelsos sueños, los bendijo. Tal vez pensó: "Los jóvenes son rápidos para decidir y rápidos para cambiar de ideas; pronto volverán al mar"


LA VIDA ES UN CONTRATO DE RIESGO


Basta con estar vivo para correr riesgos. Riesgo de fracasar, de ser rechazado, de decepcionarse de sí mismo y de los demás, de ser incomprendido, ofendido, reprobado, de ponerse enfermo. No debemos correr riesgo de manera irresponsable, pero tampoco debemos temer adentrarnos en terrenos desconocidos, respirar aires nunca antes aspirados.

Vivir es una gran aventura. El que permanezca encerrado en un capullo por miedo a los accidentes de la vida, no solo no los eliminará, sino que vivirá siempre frustrado. El que carezca de audacia y disciplina podrá alimentar grandes sueños, pero permanecerán enterrados bajo su timidez y en las ruinas de sus preocupaciones. Estará siempre en desventaja competitiva.

Los jóvenes galileos fueron valientes al responder a la invitación de Jesucristo. Tenían muchos defectos en su personalidad, pero empezaron a ver el mundo de otra manera. Abrieron el abanico de la inteligencia. No sabían donde dormirían ni que comerían, sólo sabían que el vendedor de sueños quería cambiar el pensamiento del mundo. Ignoraba cómo llevaría a cabo su proyecto, pero no querían estar lejos de este sueño.

Sin embargo, ¿Quién fue más mas audaz: los discípulos al seguir a Jesús, o Jesús al escogerlos? El material humano es vital para el éxito de un proyecto. Una empresa puede poseer máquinas, tecnología, computadoras, pero si no cuenta con personas creativas, inteligentes, motivadas, que sepan prevenir errores, trabajar en equipo y pensar a largo plazo, puede sucumbir. Veamos el material humano que eligió el vendedor de sueños, y cuáles fueron los riesgos que corrió. Haré una breve síntesis de las características de la personalidad de discípulos.


EL EQUIPO ELEGIDO POR EL MAESTRO DE MAESTROS 

Mateo tenía pésima reputación. Era un publicano recaudador de impuestos, y en esa época, los recaudadores eran famosos por su corrupción. Los judíos los odiaban porque estaban al servicio del Imperio Romano, que los explotaba. Mateo era una persona sociable, le gustaba las fiestas y probablemente usaba dinero público para organizarlas.

Tomás padecía la paranoia de la inseguridad. Sólo creía en aquello que podía tocar. Era rápido para pensar y rápido para desconfiar. Se conducía según la lógica, carecía de sensibilidad e imaginación. El mundo debía girar en torno a sus verdades, impresiones y creencias. Desconfiaba de todo y de todos.

Pedro era el más fuerte, decidido y sincero del grupo. Sin embargo, era inculto, analfabeto, intolerante, irritable, agresivo, inquieto, impaciente, indisciplinado, y no soportaba que lo contradijeran. No era emprendedor y, como muchos jóvenes, no planeaba el futuro; sólo vivía en función de los placeres del presente.

Sus defectos no terminaban ahí. Era hiperactivo e intensamente ansioso. Imponía sus ideas, en lugar de exponerlas. Elaboraba mal sus frustraciones. Repetía los mismos errores con frecuencia. Si viviera en estos tiempos, sería uno de esos alumnos que todo profesor quisiera ver en cualquier lugar menos en su aula. Sin embargo, fue uno de los elegidos. ¿Tú tendrías el coraje de elegirlo?

En el momento en el que apresaron a su Maestro, el clima era tenso e irracional. Había en el lugar una escolta de cerca de trescientos soldados. Impulsivo, Pedro le cortó la oreja a uno de los soldados; su reacción casi provocó una matanza. Todos los discípulos corrieron el riesgo de morir por su actitud irreflexiva.

Juan era el más joven, amable, servicial y altruista. No obstante, también era ambicioso, irritable, intolerante, intempestivo. No sabía ponerse en el lugar de los demás ni pensar antes de reaccionar.  No sabía proteger sus emociones, ni filtrar los estímulos estresantes. Anhelaba la mejor posición entre los discípulos. Creía que el reino de Jesús era político, y por eso, después de una reunión familiar, su madre le suplicó al Maestro, en el auge de su fama, que cuando estableciera su gobierno uno de sus hijos se sentara a su derecha y el otro a su izquierda. Los cargos inferiores los dejaba para los demás.


LOS DISCÍPULOS ANTE UN EQUIPO DE PSICÓLOGOS


Si un equipo de psicólogos especialistas en evaluación de la personalidad y desempeño intelectual analizara la personalidad del grupo elegido por el Maestro de Maestros, probablemente los desaprobarían a todos, salvo a Judas. Judas era el mejor preparado de los discípulos. Tenía las mejores características de personalidad, excepto una: no era una persona transparente. Nadie sabía lo que pasaba en su interior. Esta característica corroyó su personalidad como polilla. Lo llevó a ser infiel consigo mismo, a perder la capacidad de aprender. Tenía todo para brillar, pero se encerró en el calabozo de sus conflictos. Antes de traicionar a Jesús, se traicionó a sí mismo. Traicionó su conciencia, su amor a la vida, su deleite por la existencia. Se aisló, se volvió autopunitivo.

Judas Iscariote era moderado, comedido, discreto, equilibrado y sensato. No hay elementos que indiquen que se trataba de una persona tensa, ansiosa o inquieta. Nunca mostró una actitud agresiva o irreflexiva. Jamás fue reprendido por su maestro. Sabía de contabilidad, y por eso se encargaba del dinero del grupo. Era un zelota; pertenecía a un grupo social de refinada cultura. Probablemente era el más elocuente y más cultivado de los discípulos. Demostraba preocupación por las causas sociales, y obraba en forma silenciosa.

La personalidad de Juan presentaba paradojas. Era simple y explosiva, amable y fluctuante. Jesús los llamó, a él y a su hermano Santiago, "hijos del trueno". Cuando se los enfrentaba, reaccionaban con agresividad. A pesar de haber oído incansablemente el discurso de Jesucristo acerca de ofrecer la otra mejilla, amar a los enemigos, perdonar tantas veces como fuera necesario, Juan tuvo la osadía de pedir al propio Jesús que destruyese con fuego a quienes no los seguían.

El mayor vendedor de sueños de todos los tiempos, contrariando la lógica, eligió un grupo de jóvenes que no se hallaban en absoluto preparados para la vida ni para ejecutar un gran proyecto. Los discípulos corrieron riesgos al seguirlo, pero él corrió riesgos incomparablemente mayores al elegirlos.

Disponía de poco más de tres años para enseñarles. Un lapso de tiempo brevísimo para transformarlos en el mayor grupo de pensadores y emprendedores de esta tierra. Ansiaba infundir sabiduría en esas personalidades rudas y complicadas, y hacerles capaces de incendiar el mundo con sus ideas, y cambiar así para siempre la historia de la humanidad.

La elección de Jesús no se basó en lo que aquellos jóvenes poseían, sino en lo que él era. La confianza en sí mismo y la osadía de Jesús no tienen precedentes. Él prefirió empezar de cero y trabajar con jóvenes sin preparación alguna, a hacerlo con fariseos saturados de vicios y prejuicios. Prefirió la piedra bruta a la piedra mal cincelada.

Transcripción de unos cuantos párrafos del libro "Nunca renuncies a tus sueño" de Augusto Cury, por Nilda Torres Figueroa.



JUAN SALVADOR GAVIOTA-2DA REUNIÓN CLUB DE LECTURA EMPATÍA LAMASPAMPA

 Biografía de Richard Bach

  • Se graduó en la Universidad como mecánico de aviones y de estaciones generadores de energía. 
  • Se convirtió en piloto de la Fuerza Aérea norteamericana.
  •  Durante su carrera como piloto desempeñó muchos de los oficios asociados a la aviación, como instructor de vuelo, piloto de charter y mecánico de aviación.
  • Obtuvo el cargo de presidente en una aerolínea; trabajó, además, como piloto acrobático.
  • Actuó como piloto de espectáculos aéreos y fue profesor de filosofía del vuelo en una Universidad.
  • Los aviones y la escritura fueron sus grandes pasiones. Aunque profesionalmente estuvo vinculado a la aviación, la literatura le reportó fama mundial y le hizo merecedor de un buen número de premios literarios tanto en Estados Unidos como en Europa. Como escritor, su nombre es un clásico de los libros más vendidos mundiales desde la década de los setenta.
  • En esa época su obra Juan Salvador Gaviota, se hizo conocida de boca a boca y se convirtió en el más vendido, traduciéndose a más de 30 idiomas
  • Se filmó la película Juan Salvador Gaviota, fue un éxito de taquilla.
  •  Nació el 23 de junio del 1936.

COMENTARIOS DE NILDA

Juan Salvador Gaviota, era un pájaro enérgico, saludable, fuerte, soñador, el mismo que se convirtió en un rebelde para su bandada. Para la bandada era un necio, un sin causa, al violador de la dignidad y la tradición de la Familia de las Gaviotas, un kamikaze.

En el interior de Juan, sin embargo, vibraba una energía de vida y de felicidad, pensando en todo momento qué, ¿Qué podría estar haciendo en el aire? Para él era su propósito superior, averiguar que más podría hacer en el aire, que acrobacia podría practicar.

Él respondía a su madre —No me importa ser hueso y plumas, mamá. Sólo pretendo saber qué puedo hacer en el aire y qué no. Nada más. Sólo deseo saberlo. A la pregunta de su madre —¿Por qué, Juan, por qué? ¿Por qué te resulta tan difícil ser como el resto de la Bandada, Juan? ¿Por qué no dejas los vuelos rasantes a los pelícanos y a los albatros? ¿Por qué no comes? ¡Hijo, ya no eres más que hueso y plumas!

Su padre no se quedaba atrás le decía con ternura —Mira, Juan — El invierno está cerca. Habrá pocos barcos, y los peces de superficie se habrán ido a las profundidades. Si quieres estudiar, estudia sobre la comida y cómo conseguirla. Esto de volar es muy bonito, pero no puedes comerte un planeo, ¿sabes? No olvides que la razón de volar es comer.

Esto hizo que Juan, se esforzara en ser como las demás gaviotas, pero esto le orillaba a actuar en contra de sus fuertes deseos, la libertad que sentía al volar. Al estar buscando carroña, él se sentía apresado, oprimido, tenía que disputarse la comida, que no era otra cosa que desperdicio con el resto de sus hermanas, muchas mayores. Juan era joven e impulsivo.

Esto le llevó a retomar sus prácticas de vuelo desobedeciendo a sus padres. Él pensaba podría estar empleando todo este tiempo en aprender a volar. ¡Hay tanto que aprender! Y se fue otra vez a alta mar, a aprender hambriento pero feliz.

Juan buscaba algo más en el acto de volar, él no desafía por puro gusto las normas y tradiciones de la comunidad Gaviota, él sentía una pasión por volar y averiguar por sí mismo ¿cuáles eran sus límites, si sus límites sería los límites de la comunidad o bandada?

A pesar de su felicidad al volar, sentía algo de remordimiento, eso era su lucha externa, sabía que desobedecía a sus padres y sabía de las críticas que su bandada le hacían a sus padres y a él mismo, pero realmente no imaginaba esta magnitud, no imaginaba que era desprecio lo que sentían por él, llegaron a considerarlo su enemigo por desafiar las normas y tradiciones de su comunidad Gaviota.

Pero esto no era todo. El sentía en su interior que podría descubrir en el vuelo algo más que sobrevivir, pero no sabía que era eso que sentía, tenía que practicar y practicar y practicar y practicar, para descubrirlo.

Tenía que empezar por lo conocido, para ir paso a paso por lo desconocido y por tanto por lo difícil, comenzó a treinta metros de altura, y sin embargo a esa altura debía de esforzarse para hacer cierto vuelo por ejemplo. Uno pausado.
En estas prácticas, terminaba en normales chapuzones, y así de práctica en práctica aprendía algo nuevo.

Un día en especial comenzó a volar a más de 100 km por hora. Subió más alto, y de ahí practicó a más de 100 km por hora. Luego subió a 700 metros para bajar a 130 km por hora. En esta prueba o práctica cayo desmayado. Al despertar le dolió más el fracaso que el golpe donde casi pierde la vida.

Esta última experiencia fue tan dura, que al retomar el sentido después del desmayo que había sufrido, lo tuvo que claro que no tenía sentido esforzarse tanto, tanto desvelo, desprecio, hambre, sacrificios, fracasos, sería mejor aceptar ser una pobre y limitada gaviota y por tanto volar como tal, si hubiese nacido para volar se dijo: Si estuviese destinado a volar a alta velocidad, tendría las alas cortas de un halcón, y comería ratones en lugar de peces. Mi padre tenía razón. Tengo que olvidar estas tonterías. Tengo que volar a casa, a la Bandada.

Pero vino a su encuentro ayuda, por sus esfuerzos de días, meses, semanas, años, y descubrió en sus mismas quejas que al mencionar que ¡Las gaviotas nunca vuelan en la oscuridad! ¡Si hubieras nacido para volar en la oscuridad, tendrías los ojos de búho! ¡Tendrías por cerebro cartas de navegación! ¡Tendrías las alas cortas de un halcón! Allí, en la noche, a treinta metros de altura, Juan Salvador Gaviota parpadeó. Sus dolores, sus resoluciones, se esfumaron.

¡Alas cortas! ¡Las alas cortas de un halcón!

Y en ese mismo momento, en plena oscuridad, después de sufrir un desmayo y casi haber perdido la vida y haber tenido la resolución de dejar de perseguir este loco sueño.

Subió a 700 metros sin pensar en el fracaso o en la muerte, llegó a 200 kilometros por hora, y lo consiguió, pero siguió toda la noche practicando y dijo: si pico de 1000 metros en lugar de 700 metros ¿a cuántos llegaré?

Al amanecer Juan ya estaba a sobre 2000 metros, Estaba vivo, y temblaba ligeramente de gozo, orgulloso de que su miedo estuviera bajo control. Entonces, sin ceremonias, encogió sus ante alas, extendió los cortos y angulosos extremos, y se precipitó directamente hacia el mar. Al pasar los dos mil metros, logró la velocidad máxima, el viento era una sólida y palpitante pared sonora contra la cual no podía avanzar con más rapidez.

Ahora volaba recto hacia abajo a trescientos veinte kilómetros por hora. Tragó saliva, comprendiendo que se haría trizas si sus alas llegaban a desdoblarse a esa velocidad, y se despedazaría en un millón de partículas de gaviota. Pero la velocidad era poder, y la velocidad era gozo, y la velocidad era pura belleza.

Llegó a la velocidad de 320 KM por hora, ¡La velocidad máxima! ¡Una gaviota a trescientos veinte kilómetros por hora! Era un descubrimiento, el momento más grande y singular en la historia de la Bandada, y en ese momento una nueva época se abrió para Juan Salvador Gaviota. Voló hasta su solitaria área de prácticas, y doblando sus alas para un picado desde tres mil metros, se puso a trabajar en seguida para descubrir la forma de girar.

Descubrió el rizo, el balance lento, el balance en punta, la barrena invertida, el medio rizo invertido.

¡Cuánto mayor sentido tiene ahora la vida! ¡En lugar de nuestro lento y pesado ir y venir a los pesqueros, hay una razón para vivir! Podremos alzarnos sobre nuestra ignorancia, podremos descubrirnos como criaturas de perfección, inteligencia y habilidad. ¡Podremos ser libres! ¡Podremos aprender a volar!

Juan se enfrentó en principio al conflicto interno y externo, no solo fue rechazado, sino que por esto el fue expulsado, separado de sus padres y hermanos.

¿Porqué? Por buscar la perfección que para él era aprender a volar, volar le daba libertad.

¿Valió la pena?

Creo que valió la pena, sus caídas, heridas, golpes que le dejan al borde de la muerte, nunca se dio por vencido, por ello lo consigue.

No solo aprendió acrobacias aéreas y técnicas de vuelo avanzadas, que le permitía comer peces raros y sabrosos, que habitaban a 3 metros bajo tierra, sino que se convirtió en maestro de vuelo. Lo que antes había esperado conseguir para toda la Bandada, lo obtuvo ahora para sí mismo; aprendió a volar y no se arrepintió del precio que había pagado.

Todo este aprendizaje y experiencia, lo convirtió en maestro, pero no solo maestro de vuelo, sino de un propósito superior.

Se ha logrado mucho cuando un hombre ha perdido todo menos su espíritu.

La cita “Se ha logrado mucho cuando un hombre ha perdido todo menos su espíritu” de Juan Salvador Gaviota es un recordatorio poderoso de la resiliencia humana. A menudo, nos enfrentamos a adversidades que parecen imposibles de superar, perdiendo nuestra seguridad, bienes materiales o incluso a seres queridos. Sin embargo, el verdadero logro radica en la capacidad de mantenernos firmes y no dejar que las circunstancias nos definan. Cuando el espíritu permanece intacto, somos capaces de encontrar la fuerza para continuar, adaptarnos y encontrar oportunidades incluso en medio de la desesperación. Esta cita nos recuerda que, más allá de las pérdidas, siempre podemos encontrar un camino para renacer y alcanzar nuestras metas más allá de las dificultades.

No necesitamos comer para vivir; necesitamos volar.

A través del personaje de Juan Salvador Gaviota, Richard Bach nos muestra que la vida no se limita únicamente a la comida y la supervivencia básica, sino que existe un deseo innato de superación, de explorar nuevos horizontes y de ser libres. El vuelo representa la libertad y también simboliza el desarrollo de nuestras habilidades y potencialidades, lo cual nos permite alcanzar metas más elevadas y experimentar una plenitud emocional y espiritual. Así, esta cita nos exhorta a ir más allá de las limitaciones que nos imponemos a nosotros mismos y a buscar nuestra propia senda hacia la plenitud y la realización personal.

La única ley válida es la ley del amor.

Esta cita nos recuerda que en un mundo lleno de normas y reglas impuestas por la sociedad, solo hay una ley que realmente importa: el amor. El amor, en todas sus formas, nos guía y nos impulsa a actuar con compasión, empatía y generosidad. Es a través del amor que encontramos verdadero significado en nuestras vidas, y es a través de él que podemos transformar no solo nuestros propios destinos, sino también el mundo que nos rodea. La ley del amor trasciende fronteras, culturas y creencias, permitiendo que el espíritu humano alcance su máxima expresión.

El verdadero conocimiento llega únicamente a través de la experiencia.

Nos dice que no basta con adquirir conocimientos teóricos o conceptuales, sino que es mediante la práctica y la experiencia directa que realmente adquirimos una comprensión profunda y significativa de las cosas. Solo cuando nos lanzamos a la acción y nos enfrentamos a situaciones reales podemos experimentar el impacto y las consecuencias de nuestros actos, y así aprender de ellos. Es a través de la experiencia que nuestros sentidos se agudizan, nuestras habilidades se fortalecen y nuestro entendimiento se enriquece. Solo cuando nos permitimos experimentar, fallar, aprender y crecer, podemos alcanzar un conocimiento genuino y valioso.

Cuando aprendes a volar, aprendes a vivir.

Juan Salvador Gaviota es un personaje que se atreve a desafiar las limitaciones impuestas por su especie y se dedica a explorar el arte de volar. En su travesía, Juan descubre que el vuelo no solo se trata de desplazarse en el aire, sino que es una metáfora de la libertad y la realización personal. A través del vuelo, Juan experimenta una conexión profunda con su verdadero ser y encuentra un propósito en la vida. Esta cita nos enseña que solo cuando nos atrevemos a salir de nuestra zona de confort y a enfrentar nuestros miedos, podremos descubrir nuestro potencial y vivir plenamente. Volando, tanto literal como metafóricamente, podemos experimentar la alegría y la plenitud que nos brinda la existencia.

El verdadero viaje del descubrimiento no consiste en buscar nuevos paisajes, sino en tener nuevos ojos.

Richard Bach nos invita a contemplar que más allá de buscar nuevos paisajes físicos, el auténtico viaje radica en tener nuevos ojos. Esta frase nos sugiere que para encontrar la esencia de la vida y experimentar una transformación profunda, necesitamos cambiar nuestra manera de ver el mundo. Nos reta a abrirnos a nuevas perspectivas, desafiar nuestras convicciones y adquirir una visión más amplia y despojada de prejuicios. En definitiva, el verdadero viaje del descubrimiento reside en nuestro propio crecimiento personal y nuestra capacidad de apreciar con asombro lo que nos rodea.

Sé valiente y no temas enfrentar tus miedos.

A menudo, el miedo nos paraliza y nos impide avanzar hacia lo desconocido, limitándonos y limitando nuestro potencial. Sin embargo, si somos valientes y decidimos enfrentar esos miedos, podemos descubrir todo nuestro poder y capacidad para hacer cosas extraordinarias. Al confrontar nuestros miedos, adquirimos experiencia y confianza en nosotros mismos, lo cual nos impulsa a seguir adelante y a alcanzar nuevas alturas en nuestra vida y desarrollo personal.

No puedes hacer feliz a todos, pero puedes hacer feliz a alguien.

No todos comparten los mismos valores, intereses o necesidades, por lo que nuestras acciones y palabras pueden tener efectos diferentes en cada persona. Sin embargo, no por eso debemos dejar de intentar marcar una diferencia en la vida de alguien más. Podemos poner nuestras energías en hacer feliz a esa persona o personas que realmente aprecian y valoran nuestras acciones, generando así un efecto positivo que se expandirá más allá de nosotros mismos. Al final, lograr hacer feliz a alguien es una gran satisfacción que nos recuerda que, aunque no podamos cambiar el mundo entero, sí podemos hacer una diferencia en la vida de alguien.

No hay límites para aquellos que creen en sí mismos.

Aquellos que tienen una confianza inquebrantable en sus capacidades y creen en su potencial ilimitado, tienen la capacidad de superar cualquier obstáculo y alcanzar metas que parecerían imposibles para otros. Esta cita nos invita a tener fe en nosotros mismos y a cultivar una mentalidad positiva y enfocada en el crecimiento personal. Al creer en nosotros mismos, creamos un camino sin barreras y somos capaces de alcanzar nuestras más grandes aspiraciones y sueños.

La auténtica esencia de la vida se encuentra en la búsqueda de la perfección.

Nos dice que la vida no se trata simplemente de sobrevivir, sino de encontrar la excelencia y alcanzar todo nuestro potencial. La búsqueda de la perfección implica un constante crecimiento personal, superando obstáculos y buscando siempre mejorar en todos los aspectos de nuestra vida. Es un llamado a no conformarnos con lo ordinario, sino a aspirar a lo extraordinario y a ser la mejor versión de nosotros mismos. En esta búsqueda, encontraremos la verdadera esencia de nuestra existencia y experimentaremos un sentido y plenitud profundos.

El amor transforma, el amor crea, el amor todo lo puede.

La famosa cita de Juan Salvador Gaviota "El amor transforma, el amor crea, el amor todo lo puede", nos invita a reflexionar sobre el poder y la magia del amor en nuestras vidas. El amor es capaz de remover obstáculos, derribar barreras y superar cualquier dificultad que se presente en nuestro camino. Además, nos impulsa a trascender nuestros límites y alcanzar nuevas metas, ya que nos motiva a dar lo mejor de nosotros mismos. El amor nos enseña que no existen imposibles cuando se trata de perseverar por aquello que realmente nos importa. Es un motor que nos impulsa a crecer, a evolucionar y a convertirnos en mejores versiones de nosotros mismos. En definitiva, el amor es capaz de transformar y crear una realidad llena de posibilidades infinitas.

Nilda Torres Figueroa


¿PORQUÉ LEER? 1er reunión (Inauguración) Club de Lectura Empatía Lamaspampa

En una familia normalita, crecía un niño, al cual sus padres le inculcaron la lectura, desde chiquitito, el niño se cebo a leer, a la edad de 9 añitos, sus padres se lo llevaron a un claustro, realmente era una escuela militar de Brené al sur de Francia, pero esta escuela, era una escuela fría absolutamente fría, monacal, estricta, disciplinada, sus padres lo llevaron y o dejaron allá sin ninguna compasión, con el objeto que educaran al niño como militar.

El niño tenía por encima de los demás el hábito de la lectura, era bueno como estudiante, pero se aislaba demasiado a leer y uno de los libros que leyó, fue de un historiador griego, titulado dependiendo de la traducción, Los Sabios Hombres Ilustres de Grecia, él quedó alucinado con esta obra, después empezó a leer la vida de Alejandro Magno y también leyó la vida de Carlomagno, Carlomagno fue el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, la gran parte del mundo conocido en ese entonces lo gobernaba Carlomagno.

Este niño, era un niño común y corriente, era chiquitito y nunca creció tanto, dicen que no tenía la estatura para ser un militar, pero tenía una ventaja por encima de los demás ¡LEIA! Y este niño, hecho hombre transformó el mundo occidental en el mundo que conocemos hoy, el mundo en el cual vivimos hoy, gracias a él tenemos la democracia que tenemos hoy, y que tengamos libertad de pensamiento, el hizo respetar los derechos humanos. Este niño es Napoleón Bonaparte

¿Qué le pasó a Napoleón? Empezó a soñar desde niño porque había leído libros, él empezó a soñar que tenía que cumplir una misión espectacular mientras estuviera vivo, porque, amigos, la vida es la única oportunidad que tenemos sobre la faz de la tierra y él empezó a ganar una conciencia impresionante sobre el hecho de estar vivo.

Le preguntaron una vez porqué era tan obsesionado, tan arrojado, tan increíblemente capaz de todo y decía porque un ser humano que se precie de serlo es una luz que está llamada a iluminar el cielo de su época.

Decía: “yo soy bueno en lo que hago, porque un ser humano que se precie de serlo es una luz que está llamada a iluminar el cielo de su época”, el cielo de su época lo iluminó Napoleón Bonaparte, mis amigos.

En Francia, estaban en plena revolución francesa, las gentes estaban volcadas en las calles, el mundo estaba cambiando, estaban saliendo de prácticamente 1200 años de dictadura.

Los franceses dijeron hasta aquí, no nos aguantamos más, mandaron a la miércoles al rey, y se tiraron a la calle, y empezó la violencia.

Napoleón, el chaparrito, dijo ¡tranquilos! ¡yo voy a calmar las aguas!, así lo hizo, de ahí para adelante es más conocida la historia, empieza a ascender, en el tema político y se pone la meta de conquistar toda Europa, por ejemplo llegaba a un país vencía, destronaba al rey, y fundaba una democracia y exigía que se respetara los derechos humanos, que se respetase la propiedad privada y el libre pensamiento y que no hicieran aso al rey.

El código que nosotros conocemos, con el que se cierran los negocios, es el código civil, y con este código se cierran los negocios de hace 200 años, ese código lo escribió Napoleón Bonaparte, digamos que es el código de Napoleón, antes de Napoleón no había leyes escritas, era lo que al Rey le diera la gana, el mundo era macabro, después de Napoleón escribieron las leyes y por eso nosotros vivimos en países democráticos, recalco, ese niño que leyó desde chiquitito, fue capaz de transformar el mundo occidental.

Con esta breve historia, deseo decirles que la lectura es un herramienta poderosa para ganar habilidades y ponerlas en práctica, nos aporta fuerza y determinación, además de ayudarnos a fortalecer nuestro carácter, nos permite abrir nuestra mente y ennoblecer nuestro corazón, nos aleja de la duda, el temor y el conformismo, nos ayuda hacer frente a las adversidades de la vida, porque nos refuerza emocionalmente, dotándonos de poderes aparentemente mágicos, pero que realmente están latentes en cada uno de nosotros.

Es muy importante tener en cuenta que se lee también,  en este caso me oriento a la lectura que eleva, que nos acerca a nuestros hermanos, a nuestro prójimo, aquella lectura que nos hace mejores seres humanos, más tolerantes, más comprensivos, más empáticos.

Sobre los que son docentes y los que son padres y madres recae un poder magnifico que es el de ser ejemplo de sus niños. Todos nosotros como sociedad, pero recae esa responsabilidad sobre ustedes, porque están con ustedes el mayor tiempo posible, deseo que tengan la sabiduría, la fuerza, el coraje para guiar a esos niños. Para hacer esto, les invito a poner en práctica de forma activa en su vida una de las mejores herramientas a nuestra disposición, la lectura de buenos libros. Ahora tendremos esa oportunidad de hacerlo juntos en nuestro club de lectura. 

Nilda Torres Figueroa

El Hombre en Busca de Sentido





La obra nos desvela un relato autobiográfico, donde Viktor Frankl expresa las experiencias y sentimientos despertados en los campos de concentración, así como los primeros conceptos de su investigación, la logoterapia, trasladándonos a sentimientos de desesperanza absoluta, hasta la visión más esperanzadora, el poder seguir adelante, ver más allá y alegrarse de estar vivo. Estos sentimientos los relata a lo largo de tres etapas descritas en el libro.

 

Tuvieron que vivir hambre, frío, sin ropa, sin calzado, sin asearse, despreciados y tratados peor que a objetos sin uso e inservibles, con la incertidumbre de que cualquier momento o les golpeaban o les mataban, así cada momento, cada día, semana tras semana, mes tras mes, sin un día de descanso, sin un día de comer bien, sin saber de sus familiares, sean esposas, esposos, hijos, hijas, padres, todo lo contrario, cada vez les apretaban más y más, actuaban de forma sádica y enfermiza con ellos, él así lo relata, pero esto no podemos comprobarlo, solo por las películas, pero donde conoceremos mejor los detalles es, en los libros.

Todos aquellos que hemos pasado frío, dolor, hambre, necesidades materiales o una profunda pena, podemos empatizar con estas personas, uno puede ponerse en el pellejo de la otra persona siempre que se haya vivido similitud de situaciones y se haya actuado con dignidad, con honor y con gallardía.

He sacado uno párrafos  del libro de Viktor, que es las que me ha marcado.

                                               -*-

…“ Fue entonces cuando aprehendí el significado del mayor de los secretos que la poesía, el pensamiento y el credo humanos intentan comunicar: la salvación del hombre está en el amor y a través del amor. Comprendí cómo el hombre, desposeído de todo en este mundo, todavía puede conocer la felicidad —aunque sea sólo momentáneamente— si contempla al ser querido. Cuando el hombre se encuentra en una situación de total desolación, sin poder expresarse por medio de una acción positiva, cuando su único objetivo es limitarse a soportar los sufrimientos correctamente —con dignidad— ese hombre puede, en fin, realizarse en la amorosa contemplación de la imagen del ser querido. Por primera vez en mi vida podía comprender el significado de las palabras: "Los ángeles se pierden en la contemplación perpetua de la gloria infinita."

…“Delante de mí tropezó y se desplomó un hombre, cayendo sobre él los que le seguían. El guarda se precipitó hacia ellos y a todos alcanzó con su látigo. Este hecho distrajo mi mente de sus pensamientos unos pocos minutos, pero pronto mi alma encontró de nuevo el camino para regresar a su otro mundo y, olvidándome de la existencia del prisionero, continué la conversación con mi amada: yo le hacía preguntas y ella contestaba; …"Ponme como sello sobre tu corazón... pues fuerte es el amor como la muerte". (Cantar de los Cantares, 8,6.) interrogaba y yo respondía. Esta intensificación de la vida interior ayudaba al prisionero a refugiarse contra el vacío, la desolación y la pobreza espiritual de su existencia.”

 

La libertad interior

Tras este intento de presentación psicológica  de las características típicas del recluido en un campo de concentración, se podría sacar la impresión de que el ser humano es alguien completa e inevitablemente influido por su entorno y (entendiéndose por entorno en este caso la singular estructura del campo de concentración, que obligaba al prisionero a adecuar su conducta a un determinado conjunto de pautas). Pero, ¿y qué decir de la libertad humana? ¿No hay una libertad espiritual con respecto a la conducta y a la reacción ante un entorno dado? ¿Es cierta la teoría que nos enseña que el hombre no es más que el producto de muchos factores ambientales condicionantes, sean de naturaleza biológica, psicológica o sociológica? ¿El hombre es sólo un producto accidental de dichos factores? Y, lo que es más importante, ¿las reacciones de los prisioneros ante el mundo singular de un campo de concentración, son una prueba de que el hombre no puede escapar a la influencia de lo que le rodea? ¿Es que frente a tales circunstancias no tiene posibilidad de elección?

Podemos contestar a todas estas preguntas en base a la experiencia y también con arreglo a los principios. Las experiencias de la vida en un campo demuestran que el hombre tiene capacidad de elección. Los ejemplos son abundantes, algunos heroicos, los cuales prueban que puede vencerse la apatía, eliminarse la irritabilidad. El hombre puede conservar un vestigio de la libertad espiritual, de independencia mental, incluso en las terribles circunstancias de tensión psíquica y física. Los que estuvimos en campos de concentración recordamos a los hombres que iban de barracón en barracón consolando a los demás, dándoles el último trozo de pan que les quedaba. Puede que fueran pocos en número, pero ofrecían pruebas suficientes de que al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas —la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias— para decidir su propio camino.

Y allí, siempre había ocasiones para elegir. A diario, a todas horas, se ofrecía la oportunidad de tomar una decisión, decisión que determinaba si uno se sometería o no a las fuerzas que amenazaban con arrebatarle su yo más íntimo, la libertad interna; que determinaban si uno iba o no iba a ser el juguete de las circunstancias, renunciando a la libertad y a la dignidad, para dejarse moldear hasta convertirse en un recluso típico.

Visto desde este ángulo, las reacciones mentales de los internados en un campo dé concentración deben parecemos la simple expresión de determinadas condiciones físicas y sociológicas. Aun cuando condiciones tales como la falta de sueño, la alimentación insuficiente y las diversas tensiones mentales pueden llevar a creer que los reclusos se veían obligados a reaccionar de cierto modo, en un análisis último se hace patente que el tipo de persona en que se convertía un prisionero era el resultado de una decisión íntima y no únicamente producto de la influencia del campo.

Fundamentalmente, pues, cualquier hombre podía, incluso bajo tales circunstancias, decidir lo que sería de él —mental y espiritualmente—, pues aún en un campo de concentración puede conservar su dignidad humana. Dostoyevski dijo en una ocasión: "Sólo temo una cosa: no ser digno de mis sufrimientos" y estas palabras retornaban una y otra vez a mi mente cuando conocí a aquellos mártires cuya conducta en el campo, cuyo sufrimiento y muerte, testimoniaban el hecho de que la libertad íntima nunca se pierde. Puede decirse que fueron dignos de sus sufrimientos y la forma en que los soportaron fue un logro interior genuino. Es esta libertad espiritual, que no se nos puede arrebatar, lo que hace que la vida tenga sentido y propósito.

…”También es positiva la vida que está casi vacía tanto de creación como de gozo y que admite una sola posibilidad de conducta; a saber, la actitud del hombre hacia su existencia, una existencia restringida por fuerzas que le son ajenas. A este hombre le están prohibidas tanto la vida creativa como la existencia de goce, pero no sólo son significativas la creatividad y el goce; todos los aspectos de la vida son igualmente significativos, de modo que el sufrimiento tiene que serlo también. El sufrimiento es un aspecto de la vida que no puede erradicarse, como no pueden apartarse el destino o la muerte. Sin todos ellos la vida no es completa.

La máxima preocupación de los prisioneros se resumía en una pregunta: ¿Sobreviviremos al campo de concentración? De lo contrario, todos estos sufrimientos carecerían de sentido. La pregunta que a mí, personalmente, me angustiaba era esta otra:

¿Tiene algún sentido todo este sufrimiento, todas estas muertes? Si carecen de sentido, entonces tampoco lo tiene sobrevivir al internamiento. Una vida cuyo último y único sentido consistiera en superarla o sucumbir, una vida, por tanto, cuyo sentido dependiera, en última instancia, de la casualidad no merecería en absoluto la pena de ser vivida.

La pregunta por el sentido de la vida Lo que de verdad necesitamos es un cambio radical en nuestra actitud hacia la vida. Tenemos que aprender por nosotros mismos y* después, enseñar a los desesperados que en realidad no importa que no esperemos nada de la vida, sino si la vida espera algo de nosotros. Tenemos que dejar de hacernos preguntas sobre el significado de la vida y, en vez de ello, pensar en nosotros como en seres a quienes la vida les inquiriera continua e incesantemente. Nuestra contestación tiene que estar hecha no de palabras ni tampoco de meditación, sino de una conducta y una actuación rectas. En última instancia, vivir significa asumir la responsabilidad de encontrar la respuesta correcta a los problemas que ello plantea y cumplir las tareas que la vida asigna continuamente a cada individuo.

Dichas tareas y, consecuentemente, el significado de la vida, difieren de un hombre a otro, de un momento a otro, de modo que resulta completamente imposible definir el significado de la vida en términos generales. Nunca se podrá dar respuesta a las preguntas relativas al sentido de la vida con argumentos especiosos. "Vida" no significa algo vago, sino algo muy real y concreto, que configura el destino de cada hombre, distinto y único en cada caso. Ningún hombre ni ningún destino pueden compararse a otro hombre o a otro destino.

Ninguna situación se repite y cada una exige una respuesta distinta; unas veces la situación en que un hombre se encuentra puede exigirle que emprenda algún tipo de acción; otras, puede resultar más ventajoso aprovecharla para meditar y sacar las consecuencias pertinentes. Y, a veces, lo que se exige al hombre puede ser simplemente aceptar su destino y cargar con su cruz. Cada situación se diferencia por su unicidad y en todo momento no hay más que una única respuesta correcta al problema que la situación plantea.

Cuando un hombre descubre que su destino es sufrir, ha de aceptar dicho sufrimiento, pues ésa es su sola y única tarea. Ha de reconocer el hecho de que, incluso sufriendo, él es único y está solo en el universo. Nadie puede redimirle de su sufrimiento ni sufrir en su lugar. Su única oportunidad reside en la actitud que adopte al soportar su carga. En cuanto a nosotros, como prisioneros, tales pensamientos no eran especulaciones muy alejadas de la realidad, eran los únicos pensamientos capaces de ayudarnos, de liberarnos de la desesperación, aun cuando no se vislumbrara ninguna oportunidad de De todo lo expuesto debemos sacar la consecuencia de que hay dos razas de hombres en el mundo y nada más que dos: la "raza" de los hombres decentes y la raza de los indecentes.

Ambas se encuentran en todas partes y en todas las capas sociales. Ningún grupo se compone de hombres decentes o de hombres indecentes, así sin más ni más. En este sentido, ningún grupo es de "pura raza" y, por ello, a veces se podía encontrar, entre los guardias, a alguna persona decente.

La vida en un campo de concentración abría de par en par el alma humana y sacaba a la luz sus abismos. ¿Puede sorprender que en estas profundidades encontremos, una vez más, únicamente cualidades humanas que, en su naturaleza más íntima, eran una mezcla el bien y del mal? La escisión que separa el bien del mal, que atraviesa imaginariamente a todo ser humano, alcanza a las profundidades más hondas y se hizo manifiesta en el fondo del abismo que se abrió en los campos de concentración.

Nosotros hemos tenido la oportunidad de conocer al hombre quizá mejor que ninguna otra generación. ¿Qué es, en realidad, el hombre? Es el ser que siempre decide lo que es. Es el ser que ha inventado las cámaras de gas, pero asimismo es el ser que ha entrado en ellas con paso firme musitando una oración.

En conclusión

Los campos de concentración nazis fueron testigos (y ello fue confirmado más tarde por los psiquiatras norteamericanos tanto en Japón como en Corea) de que los más aptos para la supervivencia eran aquellos que sabían que les esperaba una tarea por realizar.

En cuanto a mí, cuando fui internado en el campo de Auschwitz me confiscaron una publicación un manuscrito terminado, no cabe duda de que mi profundo interés por volver a escribir el libro me ayudó a superar los rigores de aquel campo. Por ejemplo, cuando caí enfermo de tifus anoté en míseras tiras de papel muchos apuntes con la idea de que me sirvieran para redactar de nuevo el manuscrito si sobrevivía hasta el día de la liberación.

Estoy convencido de que la reconstrucción de aquel trabajo que perdí en los siniestros barracones de un campo de concentración bávaro me ayudó a vencer el peligro del colapso.

¿Qué puede importarle cuando advierte que se va volviendo viejo? ¿Tiene alguna razón para envidiar a la gente joven, o sentir nostalgia por su juventud perdida? ¿Por qué ha de envidiar a los jóvenes? ¿Por las posibilidades que tienen, por el futuro que les espera? "No, gracias", pensará. "En vez de posibilidades yo cuento con las realidades de mi pasado, no sólo la realidad del trabajo hecho y del amor amado, sino de los sufrimientos sufridos valientemente. Estos sufrimientos son precisamente las cosas de las que me siento más orgulloso aunque no inspiren envidia".

NILDA TORRES FIGUEROA.




 

EL VENDEDOR DE SUEÑOS MÁS GRANDE DE LA HISTORIA. CLUB DE LECTURA EMPATÍA LAMASPAMPA

  UNA PERSONALIDAD CONSTRUIDA SOBRE EL ROMPER DE LAS OLAS   El viento rozaba la superficie del mar, levantaba el espejo de agua y formaba ol...