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UNA PERSONALIDAD CONSTRUIDA SOBRE EL ROMPER DE LAS OLAS

UNA PERSONALIDAD CONSTRUIDA SOBRE EL ROMPER DE LAS OLAS
UNA PERSONALIDAD CONSTRUIDA SOBRE EL ROMPER DE LAS OLAS
El viento rozaba la superficie del mar, levantaba el espejo de agua y formaba olas en un espectáculo sin fin. Olas que todos los días se lanzaba, espumeantes y orgullosas, a las orillas de las playas.
Unos niños crecieron corriendo por la arena. Atrapaban las burbujas que se formaban al estallar las olas. Brillaban en las palmas de sus manos, pero en seguida se disolvían y se escurrían entre sus dedos, como si dijeran: "Yo pertenezco al mar". Mirando el mar, los niños decían para sus adentros: "También nosotros le pertenecemos".
Así era la vida de aquellos jóvenes. Sus abuelos habían sido pescadores, así como sus padres, y también ellos eran pescadores y morirían pescadores. Su historia ya estaba determinada. ¿ Y sus sueños? Olas y peces.
Soñaban con los cardúmenes. Sin embargo, los peces escaseaban. La vida era dura. Tirar de las pesadas redes en el mar era extenuante. Soportar las ráfagas de vientos fríos y las rebeldes olas toda la noche no era para cualquiera. Y, lo peor de todo, el resultado los frustraba. Cabizbajos, reconocían el fracaso. El mar tan inmenso se había tornado una fuente de decepciones.
Todos los días enfrentaban la misma rutina y los mismos obstáculos. Querían cambiar la vida. Pero les faltaba coraje. El miedo a lo desconocido los bloqueaba. Era mejor tener muy poco que correr el riesgo de no tener nada, pensaban.
Por la mente de esos jóvenes no pasaban inquietudes sobre los misterios de la vida. La falta de cultura y la batalla por la supervivencia no los estimulaba a grandes vuelos intelectuales. Para ellos, vivir era un fenómeno común, no una aventura indescifrable.
Parecía que nada iba a cambiar su destino, hasta que apareció en su camino el mayor vendedor de sueños de todos los tiempos.

UNA INVITACIÓN PERTURBADORA

UNA INVITACIÓN PERTURBADORA
UNA INVITACIÓN PERTURBADORA
Por aquellas comarcas, algo nuevo rompió la monotonía. Había un hombre que había vivido durante treinta años en el desierto. Lo que decía era extraño; sus gestos, raros. Por su modo de vivir, daba la impresión de estar trastornado. Estaba obsesionado la idea de que era el precursor del hombre más importante que jamás habría de pisar la Tierra.
Su nombre era Juan, apodado el Bautista. Lo mas extraño era que no había convivido con la persona a la que anunciaba, pese a que ocupaba su mente. Pronunciaba elocuentes discursos a las orillas de un río, describiendo a aquel hombre con la precisión de un cirujano.
Atraía a multitudes que se acercaban a ver el espectáculo de sus ideas. Tenía el coraje de decir que el hombre al que aguardaba era tan grande que él no era digno de desatarle las correas de las sandalias. La gente se quedaba perpleja ante esas palabras.
¿Cómo podía un rebelde que no respetaba las convenciones sociales, que no tenía pelos en la lengua, que no tenía miedo a decir lo que pensaba, elevar tan alto a alguien a quien no conocía? ¿Qué clase de hombre sería este al que Juan anunciaba con sus palabras?
Aquellos discursos dibujaban los cuadros más diversos en el anfiteatro de la mente de los oyentes. Algunos creían que el hombre anunciado aparecería como un rey, con pomposas vestiduras. Otros imaginaban que llegaría como un general, acompañado por una gran escolta. Otros pensaban que era una persona riquísima que llegaría en un elegante carruaje, con un séquito innumerables de servidores. Todos lo aguadaban con ansiedad.
A pesar de la diversidad de las fantasías, la mayoría estaba de acuerdo en que el encuentro con él sería solemne. Todos esperaban un discurso arrebatador. De repente, en el calor del atardecer, cuando los ojos confundían las imágenes en el horizonte, se acercó discretamente un hombre sencillo, de origen pobre. Nadie reparó en él.
Llevaba ropa gastada, sin ningún adorno. Tenía la piel deshidratada, seca y con surcos, consecuencia del trabajo duro y la larga exposición al sol. No lo acompañaba escolta alguna, ni poseía carruaje, ni servidores. Intentaba abrirse entre la multitud. Tocaba a las personas con suavidad, pedía permiso y poco a poco iba avanzando. A algunos no les gustó, otros se mostraron indiferentes ante su actitud.
De pronto, las miradas de ambos se cruzaron. Juan contempló al hombre de sus sueños. Quedó fascinado por la imagen. Lo que había imaginado la gente no coincidía con lo que tenían ante los ojos. Pero Juan veía lo que no veía nadie, y, para espanto de la multitud, exaltó sobremanera a aquel hombre sencillo.
La muchedumbre se sintió confundida y decepcionada. Ya que la imagen les había chocado, esperaban, al menos, que sus oídos se deleitaran con el más maravilloso discurso. Al fin y al cabo, el hambre y los problemas sociales eran enormes. Necesitaban aliento. Sin Embargo, el hombre de los sueños de Juan llegó en silencio y se marchó callado. El Sueño de la multitud se disipó como gotas de agua consumidas por el sol del Sahara. Desilusionada, la gente se dispersó, para volver a sumergirse en su tediosa rutina.
Alguno jóvenes había oído hablar de los sueños de Juan. Pero estaban demasiado ocupados con la propia subsistencia. Nada los motivaba, salvo el grito del cuerpo que suplicaba pan para saciar su instinto. El mar era su mundo. No había nada diferente en el aire. De repente, dos hermanos levantaron los ojos y vieron a una persona desconocida caminando por la playa. No le prestaron atención. Los pasos del hombre eran lentos y firmes. El peregrino se aproximo. Los pasos se detuvieron. Sus ojos se posaron en los jóvenes.
Incómodos, ellos se miraron de reojo. Entonces, el extraño rompió el silencio. Alzó la voz y les hizo la propuesta más absurda del mundo: "Seguidme, y os haré pescadores de hombres".
Jamás habían oído tales palabras, que alteraron sus paradigmas y secretos de sus almas. Encontraron eco en un lugar que los psiquiatras no consiguen escrutar. Penetraron en el espíritu humano y le hicieron cuestionarse el significado de la vida y el valor de la lucha.
Todos deberíamos, en algún momento de la existencia, cuestionar nuestra vida y analizar aquello por lo que luchamos. El que no logre hacerlo será siervo del sistema, vivirá para trabajar para cumplir obligaciones profesionales y sobrevivir a duras penas. Por último, sucumbirá en el vacío.
Los hermanos que oyeron esa invitación se llamaban Pedro y Andrés. La rutina del mar ya había ahogados sus sueños y su mundo abarcaba pocas leguas. Sin embargo, apareció apareció un vendedor de sueños, que encendió su espíritu. Con una sola frase los animó a trabajar por la humanidad, a enfrentar el océano imprevisible de la sociedad.
Jesucristo no había realizado ningún acto sobrenatural; sin embargo, su voz poseía el mayor de los magnetismos, porque vendía sueños. Vender sueños, es una expresión poética que habla de algo invendible. Él distribuía un bien que el dinero jamás podría comprar. El Maestro de Maestros supera los fundamentos de la psicología.

¿Quién se arriesgaría a seguirlo?

¿Quién se arriesgaría a seguirlo?
¿QUIÉN SE ARRIESGARÍA A SEGUIRLO?
Pensemos un poco. ¿Porqué seguir a ese hombre? ¿Cuáles eran las credenciales del que hacía esa propuesta? ¿Qué implicaciones sociales y emocionales tendría? El vendedor de sueños era un extraño para los hermanos. No tenía nada concreto para ofrecerles.
¿Aceptarías tú una oferta semejante? ¿Dejarías todo para entregar tu vida en pro de la humanidad? Jesús no prometió un camino sin escollos, noches sin tempestades, éxitos sin pérdidas. Pero prometió fuerza en la tierra del miedo, alegría en las lágrimas, afecto en la desesperación.
Seguirlo parecía una locura. Tendrían que explicar a parientes y amigos su actitud. Pero ¿Cómo explicar lo inexplicable? Pedro y Andrés se vieron atraídos por el vendedor de sueños, si bien no entendían las consecuencias de sus actos. Sólo sabían que cualquier barco, incluso el más grande, era pequeño para contener sus sueños.
Poco después, el Maestro de vida encontró a otros dos hermanos más jóvenes e inexpertos. Eran Santiago y Juan. Estaban a la orilla del mar, reparando sus redes. A su lado se encontraban su padre y otros pescadores empleados suyos. El Maestro se aproximó a los hermanos, los observó y les hizo la misma e inquietante invitación.
No los persuadió, no amenazó, ni presionó, sólo los invitó. Fueron cinco segundos que cambiaron sus vidas. Cinco segundos en los que abrieron las ventanas de la memoria que contenía años de anhelo de libertad y de un libertador de la nación oprimida.
Zebedeo, el padre, se quedó pasmado ante la actitud de sus hijos. Rodaban lágrimas por su rostro y había dudas en su alma. El poseía barcos, era un comerciante. Su esposa, una mujer de temple, quería que sus hijos fueran prósperos en el territorio de Galilea. Pero había llegado alguien y les ofreció el mundo, los convocó a trabajar en el corazón humano.
Convencerse de que aquel era el Mesías resultaba una tarea difícil. No podía ser alguien tan común y pobre, sin pompa ni comitiva. Los empleados, impresionados, se quedaron sin aliento. El padre, al ver la actitud de sus hijos y observar sus ojos, que brillaban como perlas en busca de los más excelsos sueños, los bendijo. Tal vez pensó: "Los jóvenes son rápidos para decidir y rápidos para cambiar de ideas; pronto volverán al mar"

LA VIDA ES UN CONTRATO DE RIESGO

LA VIDA ES UN CONTRATO DE RIESGO
LA VIDA ES UN CONTRATO DE RIESGO
Basta con estar vivo para correr riesgos. Riesgo de fracasar, de ser rechazado, de decepcionarse de sí mismo y de los demás, de ser incomprendido, ofendido, reprobado, de ponerse enfermo. No debemos correr riesgo de manera irresponsable, pero tampoco debemos temer adentrarnos en terrenos desconocidos, respirar aires nunca antes aspirados.
Vivir es una gran aventura. El que permanezca encerrado en un capullo por miedo a los accidentes de la vida, no solo no los eliminará, sino que vivirá siempre frustrado. El que carezca de audacia y disciplina podrá alimentar grandes, pero permanecerán enterrados bajo su timidez y en las ruinas de sus preocupaciones. Estará siempre en desventaja competitiva.
Los jóvenes galileos fueron valientes al responder a la invitación de Jesucristo. Tenían muchos defectos en su personalidad, pero empezaron a ver el mundo de otra manera. Abrieron el abanico de la inteligencia. No sabían donde dormirían no que comerían, sólo sabían que el vendedor de sueños quería cambiar el pensamiento del mundo. Ignoraba cómo llevaría a cabo su proyecto, pero no querían estar lejos de este sueño.
Sin embargo, ¿Quién fue más mas audaz: los discípulos al seguir a Jesús, o Jesús al escogerlos? El material humano es vital para el éxito de un proyecto. Una empresa puede poseer máquinas, tecnología, computadoras, pero si no cuenta con personas creativas, inteligentes, motivadas, que sepan prevenir errores, trabajar en equipo y pensar a largo plazo, puede sucumbir. Veamos el material humano que eligió el vendedor de sueños, y cuáles fueron los riesgos que corrió. Haré una breve síntesis de las características de la personalidad de algunos discípulos.

EL EQUIPO ELEGIDO POR EL MAESTRO DE MAESTROS

EL EQUIPO ELEGIDO POR EL MAESTRO DE MAESTROS
EL EQUIPO ELEGIDO POR EL MAESTRO DE MAESTROS
Mateo tenía pésima reputación. Era un publicano recaudador de impuestos, y en esa época, los recaudadores eran famosos por su corrupción. Los judíos los odiaban porque estaban al servicio del Imperio Romano, que los explotaba. Mateo era una persona sociable, le gustaba las fiestas y probablemente usaba dinero público para organizarlas.
Tomás padecía la paranoia de la inseguridad. Sólo creía en aquello que podía tocar. Era rápido para pensar y rápido para desconfiar. Se conducía según la lógica, carecía de sensibilidad e imaginación. El mundo debía girar en torno a sus verdades, impresiones y creencias. Desconfiaba de todo y de todos.
Pedro era el más fuerte, decidido y sincero del grupo. Sin embargo, era inculto, analfabeto, intolerante, irritable, agresivo, inquieto, impaciente, indisciplinado, y no soportaba que lo contradijeran. No era emprendedor y, como muchos jóvenes, no planeaba el futuro; sólo vivía en función de los placeres del presente.
Sus defectos no terminaban ahí. Era hiperactivo e intensamente ansioso. Imponía sus ideas, en lugar de exponerlas. Elaboraba mal sus frustraciones. Repetía los mismos errores con frecuencia. Si viviera en estos tiempos, sería uno de esos alumnos que todo profesor quisiera ver en cualquier lugar menos en su aula. Sin embargo, fue uno de los elegidos. ¿Tú tendrías el coraje de elegirlo?
En el momento en el que apresaron a su Maestro, el clima era tenso e irracional. Había en el lugar una escolta de cerca de trescientos soldados. Impulsivo, Pedro le cortó la oreja a uno de los soldados; su reacción casi provocó una matanza. Todos los discípulos corrieron el riesgo de morir por su actitud irreflexiva.
Juan era el más joven, amable, servicial y altruista. No obstante, también era ambicioso, irritable, intolerante, intempestivo. No sabía ponerse en el lugar de los demás ni pensar antes de reaccionar. No sabía ponerse en el lugar de los demás ni pensar antes de reaccionar. No sabía proteger sus emociones, ni filtrar los estímulos estresantes. Anhelaba la mejor posición entre los discípulos. Creía que el reino de Jesús era político, y por eso, después de una reunión familiar, su madre le suplicó al Maestro, en el auge de su fama, que cuando estableciera su gobierno uno de sus hijos se sentara a su derecha y el otro a su izquierda. Los cargos inferiores los dejaba para los demás.

LOS DISCÍPULOS ANTE UN EQUIPO DE PSICÓLOGOS
Si un equipo de psicólogos especialistas en evaluación de la personalidad y desempeño intelectual analizara la personalidad del grupo elegido por el Maestro de Maestros, probablemente los desaprobarían a todos, salvo a Judas. Judas era el mejor preparado de los discípulos. Tenía las mejores características de personalidad, excepto una: no era una persona transparente. Nadie sabía lo que pasaba en su interior. Esta característica corroyó su personalidad como polilla. Lo llevó a ser infiel consigo mismo, a perder la capacidad de aprender. Tenía todo para brillar, pero se encerró en el calabozo de sus conflictos. Antes de traicionar a Jesús, se traicionó a sí mismo. Traicionó su conciencia, su amor a la vida, su deleite por la existencia. Se aisló, se volvió autopunitivo.
Judas Iscariote era moderado, comedido, discreto, equilibrado y sensato. No hay elementos que indiquen que se trataba de una persona tensa, ansiosa o inquieta. Nunca mostró una actitud agresiva o irreflexiva. Jamás fue reprendido por su maestro. Sabía de contabilidad, y por eso se encargaba del dinero del grupo. Era un zelota; pertenecía a un grupo social de refinada cultura. Probablemente era el más elocuente y más cultivado de los discípulos. Demostraba preocupación por las causas sociales, y obraba en forma silenciosa.
La personalidad de Juan presentaba paradojas. Era simple y explosiva, amable y fluctuante. Jesús los llamó, a él y a su hermano Santiago, "hijos del trueno". Cuando se los enfrentaba, reaccionaban con agresividad. A pesar de haber oído incansablemente el discurso de Jesucristo acerca de ofrecer la otra mejilla, amar a los enemigos, perdonar tantas veces como fuera necesario, Juan tuvo la osadía de pedir al propio Jesús que destruyese con fuego a quienes no los seguían.
El mayor vendedor de sueños de todos los tiempos, contrariando la lógica, eligió un grupo de jóvenes que no se hallaban en absoluto preparados para la vida ni para ejecutar un gran proyecto. Los discípulos corrieron riesgos al seguirlo, pero él corrió riesgos incomparablemente mayores al alegirlos.
Disponía de poco más de tres años para enseñarles. Un lapso de tiempo brevísimo para transformarlos en el mayor grupo de pensadores y emprendedores de esta tierra. Ansiaba infundir sabiduría en esas personalidades rudas y complicadas, y hacerles capaces de incendiar el mundo con sus ideas, y cambiar así para siempre la historia de la humanidad.
La elección de Jesús no se basó en lo que aquellos jóvenes poseían, sino en lo que él era. La confianza en sí mismo y la osadía de Jesús no tienen precedentes. Él prefirió empezar de cero y trabajar con jóvenes sin preparación alguna, a hacerlo con fariseos saturados de vicios y prejuicios. Prefirió la piedra bruta a la piedra mal cincelada.

Transcripción de unos cuantos párrafos del libro "Nunca renuncies a tus sueño" de Augusto Cury

lunes, 12 de agosto de 2024

JUAN SALVADOR GAVIOTA-2DA REUNIÓN CLUB DE LECTURA EMPATÍA LAMASPAMPA

 Biografía de Richard Bach

  • Se graduó en la Universidad como mecánico de aviones y de estaciones generadores de energía. 
  • Se convirtió en piloto de la Fuerza Aérea norteamericana.
  •  Durante su carrera como piloto desempeñó muchos de los oficios asociados a la aviación, como instructor de vuelo, piloto de charter y mecánico de aviación.
  • Obtuvo el cargo de presidente en una aerolínea; trabajó, además, como piloto acrobático.
  • Actuó como piloto de espectáculos aéreos y fue profesor de filosofía del vuelo en una Universidad.
  • Los aviones y la escritura fueron sus grandes pasiones. Aunque profesionalmente estuvo vinculado a la aviación, la literatura le reportó fama mundial y le hizo merecedor de un buen número de premios literarios tanto en Estados Unidos como en Europa. Como escritor, su nombre es un clásico de los libros más vendidos mundiales desde la década de los setenta.
  • En esa época su obra Juan Salvador Gaviota, se hizo conocida de boca a boca y se convirtió en el más vendido, traduciéndose a más de 30 idiomas
  • Se filmó la película Juan Salvador Gaviota, fue un éxito de taquilla.
  •  Nació el 23 de junio del 1936.

COMENTARIOS DE NILDA

Juan Salvador Gaviota, era un pájaro enérgico, saludable, fuerte, soñador, el mismo que se convirtió en un rebelde para su bandada. Para la bandada era un necio, un sin causa, al violador de la dignidad y la tradición de la Familia de las Gaviotas, un kamikaze.

En el interior de Juan, sin embargo, vibraba una energía de vida y de felicidad, pensando en todo momento qué, ¿Qué podría estar haciendo en el aire? Para él era su propósito superior, averiguar que más podría hacer en el aire, que acrobacia podría practicar.

Él respondía a su madre —No me importa ser hueso y plumas, mamá. Sólo pretendo saber qué puedo hacer en el aire y qué no. Nada más. Sólo deseo saberlo. A la pregunta de su madre —¿Por qué, Juan, por qué? ¿Por qué te resulta tan difícil ser como el resto de la Bandada, Juan? ¿Por qué no dejas los vuelos rasantes a los pelícanos y a los albatros? ¿Por qué no comes? ¡Hijo, ya no eres más que hueso y plumas!

Su padre no se quedaba atrás le decía con ternura —Mira, Juan — El invierno está cerca. Habrá pocos barcos, y los peces de superficie se habrán ido a las profundidades. Si quieres estudiar, estudia sobre la comida y cómo conseguirla. Esto de volar es muy bonito, pero no puedes comerte un planeo, ¿sabes? No olvides que la razón de volar es comer.

Esto hizo que Juan, se esforzara en ser como las demás gaviotas, pero esto le orillaba a actuar en contra de sus fuertes deseos, la libertad que sentía al volar. Al estar buscando carroña, él se sentía apresado, oprimido, tenía que disputarse la comida, que no era otra cosa que desperdicio con el resto de sus hermanas, muchas mayores. Juan era joven e impulsivo.

Esto le llevó a retomar sus prácticas de vuelo desobedeciendo a sus padres. Él pensaba podría estar empleando todo este tiempo en aprender a volar. ¡Hay tanto que aprender! Y se fue otra vez a alta mar, a aprender hambriento pero feliz.

Juan buscaba algo más en el acto de volar, él no desafía por puro gusto las normas y tradiciones de la comunidad Gaviota, él sentía una pasión por volar y averiguar por sí mismo ¿cuáles eran sus límites, si sus límites sería los límites de la comunidad o bandada?

A pesar de su felicidad al volar, sentía algo de remordimiento, eso era su lucha externa, sabía que desobedecía a sus padres y sabía de las críticas que su bandada le hacían a sus padres y a él mismo, pero realmente no imaginaba esta magnitud, no imaginaba que era desprecio lo que sentían por él, llegaron a considerarlo su enemigo por desafiar las normas y tradiciones de su comunidad Gaviota.

Pero esto no era todo. El sentía en su interior que podría descubrir en el vuelo algo más que sobrevivir, pero no sabía que era eso que sentía, tenía que practicar y practicar y practicar y practicar, para descubrirlo.

Tenía que empezar por lo conocido, para ir paso a paso por lo desconocido y por tanto por lo difícil, comenzó a treinta metros de altura, y sin embargo a esa altura debía de esforzarse para hacer cierto vuelo por ejemplo. Uno pausado.
En estas prácticas, terminaba en normales chapuzones, y así de práctica en práctica aprendía algo nuevo.

Un día en especial comenzó a volar a más de 100 km por hora. Subió más alto, y de ahí practicó a más de 100 km por hora. Luego subió a 700 metros para bajar a 130 km por hora. En esta prueba o práctica cayo desmayado. Al despertar le dolió más el fracaso que el golpe donde casi pierde la vida.

Esta última experiencia fue tan dura, que al retomar el sentido después del desmayo que había sufrido, lo tuvo que claro que no tenía sentido esforzarse tanto, tanto desvelo, desprecio, hambre, sacrificios, fracasos, sería mejor aceptar ser una pobre y limitada gaviota y por tanto volar como tal, si hubiese nacido para volar se dijo: Si estuviese destinado a volar a alta velocidad, tendría las alas cortas de un halcón, y comería ratones en lugar de peces. Mi padre tenía razón. Tengo que olvidar estas tonterías. Tengo que volar a casa, a la Bandada.

Pero vino a su encuentro ayuda, por sus esfuerzos de días, meses, semanas, años, y descubrió en sus mismas quejas que al mencionar que ¡Las gaviotas nunca vuelan en la oscuridad! ¡Si hubieras nacido para volar en la oscuridad, tendrías los ojos de búho! ¡Tendrías por cerebro cartas de navegación! ¡Tendrías las alas cortas de un halcón! Allí, en la noche, a treinta metros de altura, Juan Salvador Gaviota parpadeó. Sus dolores, sus resoluciones, se esfumaron.

¡Alas cortas! ¡Las alas cortas de un halcón!

Y en ese mismo momento, en plena oscuridad, después de sufrir un desmayo y casi haber perdido la vida y haber tenido la resolución de dejar de perseguir este loco sueño.

Subió a 700 metros sin pensar en el fracaso o en la muerte, llegó a 200 kilometros por hora, y lo consiguió, pero siguió toda la noche practicando y dijo: si pico de 1000 metros en lugar de 700 metros ¿a cuántos llegaré?

Al amanecer Juan ya estaba a sobre 2000 metros, Estaba vivo, y temblaba ligeramente de gozo, orgulloso de que su miedo estuviera bajo control. Entonces, sin ceremonias, encogió sus ante alas, extendió los cortos y angulosos extremos, y se precipitó directamente hacia el mar. Al pasar los dos mil metros, logró la velocidad máxima, el viento era una sólida y palpitante pared sonora contra la cual no podía avanzar con más rapidez.

Ahora volaba recto hacia abajo a trescientos veinte kilómetros por hora. Tragó saliva, comprendiendo que se haría trizas si sus alas llegaban a desdoblarse a esa velocidad, y se despedazaría en un millón de partículas de gaviota. Pero la velocidad era poder, y la velocidad era gozo, y la velocidad era pura belleza.

Llegó a la velocidad de 320 KM por hora, ¡La velocidad máxima! ¡Una gaviota a trescientos veinte kilómetros por hora! Era un descubrimiento, el momento más grande y singular en la historia de la Bandada, y en ese momento una nueva época se abrió para Juan Salvador Gaviota. Voló hasta su solitaria área de prácticas, y doblando sus alas para un picado desde tres mil metros, se puso a trabajar en seguida para descubrir la forma de girar.

Descubrió el rizo, el balance lento, el balance en punta, la barrena invertida, el medio rizo invertido.

¡Cuánto mayor sentido tiene ahora la vida! ¡En lugar de nuestro lento y pesado ir y venir a los pesqueros, hay una razón para vivir! Podremos alzarnos sobre nuestra ignorancia, podremos descubrirnos como criaturas de perfección, inteligencia y habilidad. ¡Podremos ser libres! ¡Podremos aprender a volar!

Juan se enfrentó en principio al conflicto interno y externo, no solo fue rechazado, sino que por esto el fue expulsado, separado de sus padres y hermanos.

¿Porqué? Por buscar la perfección que para él era aprender a volar, volar le daba libertad.

¿Valió la pena?

Creo que valió la pena, sus caídas, heridas, golpes que le dejan al borde de la muerte, nunca se dio por vencido, por ello lo consigue.

No solo aprendió acrobacias aéreas y técnicas de vuelo avanzadas, que le permitía comer peces raros y sabrosos, que habitaban a 3 metros bajo tierra, sino que se convirtió en maestro de vuelo. Lo que antes había esperado conseguir para toda la Bandada, lo obtuvo ahora para sí mismo; aprendió a volar y no se arrepintió del precio que había pagado.

Todo este aprendizaje y experiencia, lo convirtió en maestro, pero no solo maestro de vuelo, sino de un propósito superior.

Se ha logrado mucho cuando un hombre ha perdido todo menos su espíritu.

La cita “Se ha logrado mucho cuando un hombre ha perdido todo menos su espíritu” de Juan Salvador Gaviota es un recordatorio poderoso de la resiliencia humana. A menudo, nos enfrentamos a adversidades que parecen imposibles de superar, perdiendo nuestra seguridad, bienes materiales o incluso a seres queridos. Sin embargo, el verdadero logro radica en la capacidad de mantenernos firmes y no dejar que las circunstancias nos definan. Cuando el espíritu permanece intacto, somos capaces de encontrar la fuerza para continuar, adaptarnos y encontrar oportunidades incluso en medio de la desesperación. Esta cita nos recuerda que, más allá de las pérdidas, siempre podemos encontrar un camino para renacer y alcanzar nuestras metas más allá de las dificultades.

No necesitamos comer para vivir; necesitamos volar.

A través del personaje de Juan Salvador Gaviota, Richard Bach nos muestra que la vida no se limita únicamente a la comida y la supervivencia básica, sino que existe un deseo innato de superación, de explorar nuevos horizontes y de ser libres. El vuelo representa la libertad y también simboliza el desarrollo de nuestras habilidades y potencialidades, lo cual nos permite alcanzar metas más elevadas y experimentar una plenitud emocional y espiritual. Así, esta cita nos exhorta a ir más allá de las limitaciones que nos imponemos a nosotros mismos y a buscar nuestra propia senda hacia la plenitud y la realización personal.

La única ley válida es la ley del amor.

Esta cita nos recuerda que en un mundo lleno de normas y reglas impuestas por la sociedad, solo hay una ley que realmente importa: el amor. El amor, en todas sus formas, nos guía y nos impulsa a actuar con compasión, empatía y generosidad. Es a través del amor que encontramos verdadero significado en nuestras vidas, y es a través de él que podemos transformar no solo nuestros propios destinos, sino también el mundo que nos rodea. La ley del amor trasciende fronteras, culturas y creencias, permitiendo que el espíritu humano alcance su máxima expresión.

El verdadero conocimiento llega únicamente a través de la experiencia.

Nos dice que no basta con adquirir conocimientos teóricos o conceptuales, sino que es mediante la práctica y la experiencia directa que realmente adquirimos una comprensión profunda y significativa de las cosas. Solo cuando nos lanzamos a la acción y nos enfrentamos a situaciones reales podemos experimentar el impacto y las consecuencias de nuestros actos, y así aprender de ellos. Es a través de la experiencia que nuestros sentidos se agudizan, nuestras habilidades se fortalecen y nuestro entendimiento se enriquece. Solo cuando nos permitimos experimentar, fallar, aprender y crecer, podemos alcanzar un conocimiento genuino y valioso.

Cuando aprendes a volar, aprendes a vivir.

Juan Salvador Gaviota es un personaje que se atreve a desafiar las limitaciones impuestas por su especie y se dedica a explorar el arte de volar. En su travesía, Juan descubre que el vuelo no solo se trata de desplazarse en el aire, sino que es una metáfora de la libertad y la realización personal. A través del vuelo, Juan experimenta una conexión profunda con su verdadero ser y encuentra un propósito en la vida. Esta cita nos enseña que solo cuando nos atrevemos a salir de nuestra zona de confort y a enfrentar nuestros miedos, podremos descubrir nuestro potencial y vivir plenamente. Volando, tanto literal como metafóricamente, podemos experimentar la alegría y la plenitud que nos brinda la existencia.

El verdadero viaje del descubrimiento no consiste en buscar nuevos paisajes, sino en tener nuevos ojos.

Richard Bach nos invita a contemplar que más allá de buscar nuevos paisajes físicos, el auténtico viaje radica en tener nuevos ojos. Esta frase nos sugiere que para encontrar la esencia de la vida y experimentar una transformación profunda, necesitamos cambiar nuestra manera de ver el mundo. Nos reta a abrirnos a nuevas perspectivas, desafiar nuestras convicciones y adquirir una visión más amplia y despojada de prejuicios. En definitiva, el verdadero viaje del descubrimiento reside en nuestro propio crecimiento personal y nuestra capacidad de apreciar con asombro lo que nos rodea.

Sé valiente y no temas enfrentar tus miedos.

A menudo, el miedo nos paraliza y nos impide avanzar hacia lo desconocido, limitándonos y limitando nuestro potencial. Sin embargo, si somos valientes y decidimos enfrentar esos miedos, podemos descubrir todo nuestro poder y capacidad para hacer cosas extraordinarias. Al confrontar nuestros miedos, adquirimos experiencia y confianza en nosotros mismos, lo cual nos impulsa a seguir adelante y a alcanzar nuevas alturas en nuestra vida y desarrollo personal.

No puedes hacer feliz a todos, pero puedes hacer feliz a alguien.

No todos comparten los mismos valores, intereses o necesidades, por lo que nuestras acciones y palabras pueden tener efectos diferentes en cada persona. Sin embargo, no por eso debemos dejar de intentar marcar una diferencia en la vida de alguien más. Podemos poner nuestras energías en hacer feliz a esa persona o personas que realmente aprecian y valoran nuestras acciones, generando así un efecto positivo que se expandirá más allá de nosotros mismos. Al final, lograr hacer feliz a alguien es una gran satisfacción que nos recuerda que, aunque no podamos cambiar el mundo entero, sí podemos hacer una diferencia en la vida de alguien.

No hay límites para aquellos que creen en sí mismos.

Aquellos que tienen una confianza inquebrantable en sus capacidades y creen en su potencial ilimitado, tienen la capacidad de superar cualquier obstáculo y alcanzar metas que parecerían imposibles para otros. Esta cita nos invita a tener fe en nosotros mismos y a cultivar una mentalidad positiva y enfocada en el crecimiento personal. Al creer en nosotros mismos, creamos un camino sin barreras y somos capaces de alcanzar nuestras más grandes aspiraciones y sueños.

La auténtica esencia de la vida se encuentra en la búsqueda de la perfección.

Nos dice que la vida no se trata simplemente de sobrevivir, sino de encontrar la excelencia y alcanzar todo nuestro potencial. La búsqueda de la perfección implica un constante crecimiento personal, superando obstáculos y buscando siempre mejorar en todos los aspectos de nuestra vida. Es un llamado a no conformarnos con lo ordinario, sino a aspirar a lo extraordinario y a ser la mejor versión de nosotros mismos. En esta búsqueda, encontraremos la verdadera esencia de nuestra existencia y experimentaremos un sentido y plenitud profundos.

El amor transforma, el amor crea, el amor todo lo puede.

La famosa cita de Juan Salvador Gaviota "El amor transforma, el amor crea, el amor todo lo puede", nos invita a reflexionar sobre el poder y la magia del amor en nuestras vidas. El amor es capaz de remover obstáculos, derribar barreras y superar cualquier dificultad que se presente en nuestro camino. Además, nos impulsa a trascender nuestros límites y alcanzar nuevas metas, ya que nos motiva a dar lo mejor de nosotros mismos. El amor nos enseña que no existen imposibles cuando se trata de perseverar por aquello que realmente nos importa. Es un motor que nos impulsa a crecer, a evolucionar y a convertirnos en mejores versiones de nosotros mismos. En definitiva, el amor es capaz de transformar y crear una realidad llena de posibilidades infinitas.

Nilda Torres Figueroa


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